La violencia machista o de género: los  malos tratos

Cuando empezamos esta andadura, “años ha”, nuestra implicación en los temas de violencia machista o de género, como se denomina hoy, era ya una evidencia.

4 mujeres  jóvenes, con ganas de hacer Justicia.

Entre colaboraciones con asociaciones y charlas de asesoramiento a mujeres desinformadas,  llegó al despacho una clienta, hoy también amiga, totalmente asustada, desvalida, sin ingresos, con dos hijas y un marido que la atosigaba psicológicamente. No traía ningún ojo morado pero el alma rota.

No había orden de alejamiento, ni existían los Juzgados de violencia contra la mujer,  así que, con los medios legales existentes empezamos a pleitear.

Primero la separación previa al divorcio. Acceder directamente al divorcio jurídicamente llegó después. Para decretar la separación había que invocar y acreditar una causa. Parece absurdo pero así era… “la conducta injuriosa o vejatoria y cualquier otra violación grave o reiterada de los deberes conyugales” era una.

Ahora  basta solicitarlo. Los tiempos, menos mal, ¡han cambiado! Entonces, acreditar las causas de separación no era tarea fácil.

La separación fue farragosa, complicada, llena de recursos, y con un abogado contrario caduco empecinado en alargar el procedimiento sí o sí.

Y recayó la sentencia, y se modificó después y se volvió a modificar, y las niñas crecieron y estudiaron y liquidaron los bienes que tenían juntos, repartieron según dictó el juez, o jueces, en 17 años  de pleitos hubo muchos jueces, nosotras siempre las mismas.

Ella, no porque sea nuestra clienta, era “la buena”, porque fue ella con sus eventuales trabajos, la ayuda de su familia  y con la pensión que pagaba el padre a las hijas, la que consiguió estabilizar las emociones, las de ella y la de las niñas. Aprendieron a vivir sin miedo a encontrarse con su ex y, en consecuencia, pudieron salir del agüjero.

Como broche final, ha solicitado el divorcio.

Ahora vive serena, tranquila, disfruta de sus niñas y de sus nietos, ha terminado una carrera que nunca pudo estudiar porque su misión era “atender a su marido y a sus hijas”. Vive libre, sin lujos y en paz.

Le ha costado muchos años, y nosotras  hemos procurado estar siempre cerca de ella, ayudándola, siempre dispuestas a buscar soluciones a sus problemas. Es nuestra manera de trabajar.

La semana pasada, agradecida,  ha venido a invitarnos  y a compartir con nosotros su felicidad . Desea que conozcamos su nuevo hogar y quiere agasajarnos  con una cena  porque valora nuestro trabajo.

Es hora de sonreír  al recordar cuán difícil es todo algunas veces pero siempre, como en las pelis, el final feliz te hace sentir una satisfacción que te da fuerzas para  seguir pisando fuerte en esta ardua profesión.

Así que nos vamos de cena. A celebrar haber logrado cerrar un capítulo tan largo de esa vida de otro que haces tuya.

¡Buena suerte!

 

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